sábado, 19 de enero de 2013

#10

El aroma se mezclo con el ambiente cargado, no era un olor cualquiera, era su olor.
El olor a sabanas de hotel, el olor a mar salado, el olor de un siempre, el olor de un nunca.
Ese perfume tenía sus señas, su identidad, era la banda sonora de la mejor película con final triste, era el alias de aquel escritor que no quería fama, el tic-tac del reloj de pared olvidado, era todo y más.
Mejor dicho, era el todo y la nada, porque como el olor de aquel perfume, todo lo demás se esfumo con el viento.
Quién pudiese ser viento, o quien pudiese retenerlo.
Retener los segundos, que el tiempo fuese una variable con la que poder jugar, que los átomos se pudieran romper a capricho humano, que lo irreal se trasformase en real.
Y que al final la realidad solo fuese un juego, un engaño, una mentira necesaria para que no nos volvamos locos, ¿y quien nos dice que eso de la "cordura" tampoco era un engaño?
Pero la realidad, lo irreal, la cordura, la locura, se esfumaron con el viento, aquel que llevaba su olor, aquel que no permitía ser sometido.

jueves, 3 de enero de 2013

#9

La taza de té ardía en mis manos lo cual hacía que los músculos se relajaran y mi mente dejase de estar nublada por lo menos durante un corto espacio de tiempo, el necesario para repasar mentalmente que había hecho y que consecuencias tendría.
Así que me deje llevar por los recuerdos, volví a esa habitación, volví a encontrarme con sus ojos, volví al final de la copa, y como se iban acumulando en aquella mesa.
Mientras echaba azúcar para intentar después diluirlo con el suave remover de la cucharilla mi mente se quedo vacía, intentando descubrir que había pasado después de lo que sería las tres de la mañana, la última imagen que tenía en su cabeza era una sonrisa, una sonrisa que la hipnotizaba, que tiraba de ella hacía el abismo de la locura.
Miro con recelo mi habitación, aquella en la que hacía menos de una hora había despertado, con la ropa puesta y el tocadiscos sin parar de tocar.
La taza de té es esfuma con el tic-tac del reloj, miré hacia la ventana, la vida continuaba, y yo debía seguir con la función.
Así que me duche, me maquille, me vestí y baje a actuar, era una buena actriz, solo mi mirada ocultaba todas las noches en blanco, todos los pecados cometidos.
La moral, por la noche, se tomaba vacaciones, y al salir el sol todo comenzaba de nuevo.